El cáncer, en retroceso estadístico como causal de muerte
Un análisis oncológico que tiende a la desdramatización de la enfermedad, a combatir el peso mortal de la palabra y encarar los tratamientos sin temores.
Se mueren más personas por enfermedad cardiovascular que por cáncer. Es más, aproximadamente el 50% de las personas a las que se les diagnosticó cáncer, en países civilizados, se curan con la medicina convencional, es decir, con cirugía, radioterapia y quimioterapia. Y el porcentaje llega a 90% en ciertos tipos de cáncer. Muchos son curables con cirugía, sobre todo si son diagnosticados en estadio temprano. Para otros, ya se ha demostrado el efecto curativo de la quimioterapia, que sobrepasa ampliamente sus efectos adversos y temporarios. Por ejemplo, para la curación de ciertas leucemias, linfomas, cáncer de testículos, la quimioterapia juega un papel preponderante.
Sabemos que, además del cáncer, hay otras enfermedades crónicas que generan un sufrimiento similar o incluso mayor. Es el caso de una persona que sufrió un accidente cerebrovascular y que quedó con secuelas; alguien con una insuficiencia cardíaca que no le permite respirar, caminar o desenvolverse normalmente; u otra con un riñón enfermo que depende casi diariamente de una máquina para eliminar las toxinas.
Sin embargo, estas enfermedades no causan el terror que causa la palabra cáncer. Ninguna evoca tantas imágenes de deterioro, de sufrimiento, de soledad. Ninguna de estas afecciones amenaza tanto con desintegrar esa imagen que hemos construido a lo largo de nuestra vida y detrás de la cual nos sentimos seguros. Tener cáncer nos afecta el cuerpo, la identidad, la seguridad, el estilo de vida. Todo lo que somos está amenazado, sentimos que estamos a un paso del deterioro. En el pensamiento colectivo, el cáncer está inevitablemente ligado al dolor, al adelgazamiento, a la caída del cabello, a la dificultad para respirar, a la pérdida de autonomía y al fantasma de la muerte. Pero no siempre es así.
Casos
Es muy importante entender que cada caso es diferente, como cada persona lo es. Aunque dos personas hayan desarrollado un cáncer en el mismo órgano, el desarrollo de la enfermedad puede ser muy diferente según la respuesta al tratamiento y cómo vive esa experiencia cada persona. Son muchas enfermedades diferentes, sin embargo las llamamos cáncer. “Pero, entonces, ¿qué es el cáncer?” Hay muchas maneras y miradas para explicar el cáncer.
La forma más aceptada hasta ahora es el modelo celular. Como su nombre lo indica, se focaliza exclusivamente en el comportamiento de la célula del cáncer, en su multiplicación y proliferación. El cuerpo está compuesto por millones de millones de células vivas. Las células normales del cuerpo crecen, se dividen en nuevas células y mueren de manera programada. El cáncer se origina cuando las células, en alguna parte del cuerpo, comienzan a multiplicarse sin control y, en lugar de morir, continúan creciendo e invadiendo los tejidos vecinos. Las células normales no hacen esto ya que se inhiben al entrar en contacto con una célula vecina, lo que se conoce como inhibición por contacto. Las células sanas responden a la frase célebre: “Tus derechos terminan donde empiezan los de los demás”. Las células anormales se acumulan, forman un tumor e invaden otros tejidos u órganos, localmente o a distancia. Las células cancerosas entran al torrente sanguíneo del organismo o a los vasos linfáticos y viajan a otras partes del cuerpo donde comienzan a crecer y a formar nuevos tumores (metástasis). El crecimiento descontrolado y la manera en que invade los otros tejidos es lo que determina que una célula sea maligna o cancerosa.
¿Pero cómo es que las células cancerosas crecen sin control? Estas presentan un daño en el ADN, que está en el núcleo de cada célula y es el que da la información para todas sus actividades. Este daño se conoce como mutación o mutación genética. Cuando se altera el ADN de una célula normal, esta repara el daño o activa un mecanismo de suicidio o muerte programada de manera tal de no pasar esta mutación a su descendencia. En las células cancerosas, el ADN dañado no se repara y la célula mutada no solo no muere como debería, sino que sigue multiplicándose aceleradamente y pasando las mutaciones a sus células hijas. Por este motivo algunas personas creen que el cáncer es una enfermedad genética.
Genética
Pero ahora sabemos que las personas que heredan una predisposición genética para desarrollar un cáncer son la minoría. Además, el hecho de heredar un gen mutado no quiere decir que ese gen necesariamente se exprese. En estudios de gemelos univitelinos se vio que, por más que ambos hubieran heredado un gen mutado, uno desarrollaba la enfermedad y el otro no. Esto llevó al desarrollo de la epigenética, que estudia justamente cómo la interacción con el ambiente afecta a los genes para que estos se expresen o no.
Recientes descubrimientos en biología celular demuestran que el ambiente es lo que directamente controla la expresión de nuestros genes. Las experiencias que se viven en el ambiente externo y, sobre todo, cómo se lo percibe se refleja en el medio interno en el que viven las células. Nuestros hábitos de vida insalubres afectan al conjunto de genes y propician la expresión de aquellos que generan cáncer. Sabemos ahora que cambios positivos en el estilo de vida disminuirían de manera considerable los riesgos de contraer cáncer y ayudarían a recuperar la salud.
Lo que ahora sí sabemos es que, en general, se requieren muchas mutaciones genéticas antes de que la célula se convierta en una célula de cáncer. Recientes estudios de biología molecular sostienen el modelo de campo de cancerización para explicar el fenómeno de carcinogénesis. En una fase inicial, una célula madre adquiere una mutación y forma un grupo de células hijas mutadas. Estas forman un campo de células mutadas que irán adquiriendo mutaciones adicionales, y como crecen más rápidamente, van a ir reemplazando a las células normales.
Eventualmente, algunas de estas células forman un tumor que está situado dentro de un campo preneoplásico. La implicancia de este campo de cancerización es que las medidas terapéuticas (cirugía, radioterapia) deberán atender no solo al tumor, sino a todo el campo afectado, ya que este podría predisponer a la aparición de nuevos tumores si las condiciones adversas persisten.
De esta manera, la mayoría de las células, cuando se convierten en cancerosas, ya acumularon muchas mutaciones o alteraciones genéticas. Algunos investigadores explican la adquisición de múltiples mutaciones como consecuencia del gran desorden que se produce en las células cancerosas que, al dividirse tan rápido, no tienen tiempo de reparar los errores que se van dando y acumulan alteraciones en sus genes. Otros, sostienen que el cáncer desarrolla un estado de mutaciones aceleradas o estado de hipermutación, en un intento de generar células más evolucionadas. También están quienes explican las múltiples mutaciones como el resultado del gran desarreglo metabólico que existe en las células cancerosas. Por esto, otros piensan que el cáncer es una enfermedad metabólica.
Neoplasticidad
Algunos investigadores concuerdan en ver el cáncer como una respuesta adaptativa y explican cómo la neoplasticidad o la capacidad de generar nuevos tejidos, como un cáncer, sería un intento de evolución de la especie. El estado de hipermutación sería un intento de generar células más evolucionadas, es decir, dar a luz a un ser más evolucionado que pueda sobrevivir en un ambiente estresante. También encontramos a quienes sostienen la teoría de que el cáncer surge como resultado de una desconexión espiritual o de un llamado para conectar con el verdadero sentido de vida o de “karmas que deben ser pagados”.
El modo en el que vemos el cáncer define cómo reaccionamos y convivimos con él y cómo vamos a encarar el tratamiento. Al explicar el cáncer como consecuencia de un desarreglo emocional, aplican terapias psicocorporales. Cada modelo da una visión del cáncer.
Lo que tienen en común es que intentan adecuarse a la definición del cáncer como una “enfermedad provocada por un grupo de células que se multiplican sin control y de manera autónoma, invadiendo localmente y a distancia otros tejidos”. Pero esta definición no concuerda con la realidad y nos deja muchas preguntas sin resolver. ¿Por qué hablamos de enemigo invasor si el cáncer se origina dentro de nosotros, a partir de nuestras propias células? ¿Cómo es que no todas las personas que tienen células cancerosas circulando por la sangre desarrollan metástasis? ¿Cómo es posible que dos personas con el mismo cáncer tengan un desarrollo tan diferente? ¿No depende todo del cáncer entonces? ¿Depende también de la respuesta de la persona?
Gestalt
La nueva visión de lo que es el cáncer apunta a pensar que es una enfermedad multifactorial: se requiere más de una alteración genética, metabólica, de desequilibrio psicológico, emocional o espiritual, para que se produzca un cáncer. Estudios de autopsias de personas que mueren en accidentes o “de vejez” muestran que hay un porcentaje importante de tumores no diagnosticados en personas consideradas “sanas”.
Y hay evidencia de que algunos tumores desaparecen sin tratamiento. Vivimos formando pequeños tumores que nuestro sistema inmune es capaz de hacer desaparecer o de mantener controlados, de manera que pasan inadvertidos durante nuestra vida.
Hubo un estudio que dejó a muchos investigadores perplejos; se realizó en mujeres con cáncer de mama y confirmó que al tratar los huesos, se prevenía el desarrollo de metástasis. Luego de recibir cirugía, radioterapia y/o quimioterapia según correspondiera, estas mujeres fueron tratadas con ácido zoledrónico, un fortificante de huesos. En este estudio se demostró que, tratando el terreno, y sin utilizar un tratamiento anticáncer adicional, disminuyó la cantidad de mujeres que desarrollaron metástasis óseas. Hasta entonces el único tratamiento considerado para las metástasis era uno con efecto anticáncer directo, es decir con hormonas o con quimioterapia.
Las investigaciones de las últimas décadas han sido decisivas para orientarnos hacia un cambio de paradigma de lo que es el cáncer, una nueva manera de ver un viejo problema. El cáncer como un grupo de células que crecen de forma autónoma es solo parte del todo.
Enfocarnos en las células cancerosas es como enfocarnos solo en la figura. Ese cáncer, esa figura, no existiría sin un fondo apropiado, sin un sistema que lo permitiera. Lo que hasta ahora llamamos cáncer sería el emergente dentro de un todo, la parte “activa” que salió del orden, que se autonomizó. Lo que comúnmente conocemos como sistema inmune es en realidad parte de una red de inteligencia interna más amplia o red PNIE. La PNIE da las bases científicas para explicar cómo factores psicosociales afectan las respuestas inmune y hormonal.
Según el nuevo paradigma de salud-enfermedad basado sobre todo en el enfoque científico de la PNIE, podemos definir el cáncer como la enfermedad causada por el crecimiento descontrolado de un grupo de células (figura), en un organismo con un sistema inmune y una red PNIE (fondo) que permiten que invadan localmente y a distancia otros tejidos, y que sin tratamiento puede llevar a la muerte.
La nueva mirada integrativa nos lleva a enfocarnos no solo en tratar el cáncer, sino en pensar cómo podemos afectar positivamente al huésped y a su red de inteligencia PNIE para que esta pueda controlar el cáncer y, en algunos casos, hasta revertirlo. Factores genéticos, metabólicos, emocionales, espirituales y mentales afectan a la red PNIE. Quizás, si, como los ciegos, tomamos en cuenta los diferentes puntos de vista, podremos comprender la totalidad del elefante.
Esto nos permitirá buscar estrategias combinadas que consideren al ser humano como multidimensional: con cuerpo, mente, emociones, espíritu e inmerso en un medio social. Estas estrategias incluirán buenos hábitos de vida, restauración del equilibrio emocional, reconexión espiritual para afectar positivamente a esa red de inteligencia PNIE que supo durante tantas décadas mantener la salud y para que vuelva a ser protagonista.
*Oncóloga en el Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York. Autora de “El cáncer como camino de sanación” (Paidós).